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Breve, mas sinuoso currículum de Heide

Mai 12, 2010


Según cuentan, nací un siete de marzo de 1953, adelantándome, por tanto, en 24 horas a la celebración del Día Internacional de las Mujeres. Mi vida estaba marcada, aunque yo no lo sabía.
Toda la infancia y la adolescencia la pasé en una pequeña ciudad del sur de Alemania, Kehl, junto al Rin y la frontera con Alsacia (cuando todavía había fronteras). Mi padre era profesor de formación profesional y teníamos por costumbre pasar todas las vacaciones —los quince días de Pascuas, alguna escapada en Navidad, una semana en otoño y las seis gozosas semanas de verano— en algún camping de Francia, España, Hungría o esquiando en Suiza. Primero en una caravana pequeña, después en una más grande, después en otra: todas diseñadas o incluso fabricadas por mi padre, que era un manitas y un perfeccionista.
Terminé el colegio y el instituto en Kehl, con bastante buenas notas y cierto complejo de primera de la clase y chica equilibrada que a la vida le costó un poco arrancarme. ”Ah, but I was so much older then, I’m younger than that now” canta el incomparable Bob Dylan. Aunque las carnes lo desmientan.
En la universidad de Friburgo empecé tres carreras o cuatro porque —como a Elia— me gustaban demasiadas cosas. Una de ellas fue Lengua y literatura inglesa y se recomendaba una estancia en un país de habla inglesa. Ahí me fui a pasar un año a la universidad estatal de Massachussets, en Amherst, sin saber siquiera quién era Emily Dickinson.
Y allí, en los Estados Unidos del 1972, mi camino comenzó a torcerse. Me pasé la mitad del año ejercitándome para remar en el ocho de mujeres de la universidad y enamorándome de mis compañeras, y la otra mitad, recorriendo el vasto y fascinante territorio norteamericano, en furgoneta y a dedo, y bajando ríos salvajes en piragua.
A la vuelta, estaba perdida para el recto camino de catedrática de instituto para el que estaba destinada. Decidí dejar la universidad y convertirme en librera, que es lo que siempre había querido ser. Desde pequeña me pasaba horas en la librería del lugar, siempre pedía libros si me preguntaban qué regalo deseaba y ejercía mi influencia sobre las tías y tías abuelas que estaban afiliadas al Círculo de Lectores. Pero en la Alemania de aquellos años, sumida en una primera crisis económica, preferían jóvenes y moldeables aprendices de dieciséis años a una chica levemente desorientada de veintitantos. Mi sueño tuvo que esperar.
Tras un breve periodo que prefiero no recordar, “metida” —ésa sería la palabra— en una escuela de secretariado e idiomas y del que, como único bagaje positivo, me llevé nociones de mecanografía y un pintoresco y rudimentario español (“Muy señores nuestros, agradecemos la suya atenta del día tres de los presentes…”), acepté un puesto de trabajo en una empresa de Jerez, sin importarme si era de la Frontera o de los Caballeros. Resultó ser una bodega. El batacazo cultural, de chica joven alemana, con sueños y dudas, al rancio y feudal Jerez recién nacido a la democracia y donde nadie pronunciaba las eses finales, fue espectacular. Lo sobreviví y me llevé imágenes preciosas de una naturaleza sublime, mi amor por el flamenco y una sospecha permanente ante cualquier cosa que me decían, no iba a ser que fueran con segundas (o con guasa, como decían allí).
Circunstancias que no vienen al caso me llevaron a Valencia, tras dos años y medio. Y aquí empecé a contactar bastante pronto con la librería de mujeres de aquel entonces y con el ecosistema feminista. También me enamoré de muchas chicas y en algún caso, ahora sí, fui correspondida.
Muchas clases particulares de inglés y alemán y muchos trabajos de azafata, traductora, intérprete en ferias y congresos más tarde, abrimos un grupo de gente nuestra propia librería de mujeres, Sal de Casa. Nueve años duró el proyecto en el que aprendí casi todo lo que sé del negocio. Fue bonito, enriquecedor y muy importante y se acabó porque todas queríamos tomar otro rumbo.
Yo, entre otras cosas, quería conocer el Cabo de Gata. Y aunque parezca mentira, el tremendo horario de un pequeño comercio y la sensación de que nunca lo has hecho todo impedían escapadas o fines de semana libres. De modo que, tras un descanso, cogí mis aprendizajes y monté un chiringuito a mi medida: donde pudiera seguir vendiendo libros, libros de mujeres, que es lo que más me gusta en el mundo. Ahora bien, sin la esclavitud del horario de un establecimiento y sin la inversión que supone llenar unas estanterías. Haciendo grandes esfuerzos puntuales (congresos, ferias, jornadas) en que estoy presente con los libros (que congrego y busco para cada ocasión), pero con una semanita libre si yo así lo decido. Contestando emails a las cinco de la mañana si me lo pide el cuerpo y yéndome de fin de semana el miércoles.
Vivo —ya lo dije— de las ventas en ferias y jornadas y a ciertas bibliotecas especializadas, pero también de los pedidos de mujeres (y algún hombre) de toda España. En Valencia, los llevo en la moto y para los demás casos está correos. Que os lo cuente Montse.
Vivo sola en mi pisito de treinta y pocos metros y no me caben (en él, y en mi vida deliberadamente caótica) ni perros ni gatos, ni mucho menos hijos. Mis plantas son de imitación, muy buena, eso sí. Tengo un proyecto de instalar algunas plantas en el balconcito, pero de momento la cosa no ha pasado de proyecto.
Ahora sí, no hay ningún espacio de la casa que no esté invadido, plagado, saturado de libros. Libros que esperan su turno para ser reseñados, empaquetados, devueltos, leídos. Algún día los ordenaré. Algún día.
Ah, menos mal que este C.V. iba a ser breve…

3 comentaris leave one →
  1. Mai 12, 2010 -----

    Instigada por Elia Barceló y una humilde pero sagaz servidora, Heide Braun satisface nuestra demanda y nos cuenta, por fín, algo más de sí misma (más allá de que sirve los libros en moto). Dado el por todos conocido, el reservado carácter nórdico, esta presentación tiene un valor incalculable. ¡Gracias Heide!

  2. arantxa permalink
    Mai 17, 2010 -----

    Sueños desordenados,ilusiones cumplidas, caminos recorridos y sendas esperando a ser descubiertas,libertad,mujeres,cabreos monumentales, risas…
    Palabras aparentemente inconexas que definen a Heide, nuestra Heide, la de todas aquellas mujeres que tienen el placer de pasar un ratito (o varios) con ella.
    Yo tambien te doy las gracias por contarnos un poquito mas de tu vida, que sin ninguna duda me ha hecho reir, sobretodo porque la he leido junto a ti.

  3. Juny 18, 2010 -----

    … personaje en busca de autora, entrañablemete intratable, dura de pelar, con el poder de su imaginación nos ha regalado una correpondencia underground difícil de olvidar.

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